I. Algunas precisiones
Sobre las nociones de documental, política y activismo
empleadas en este texto. Al rededor de tres tesis bastante
plausibles:
- El Cine documental es un género cinematográfico que
no es ajeno al cine de ficción y que no presenta o representa la
realidad. El cine documental es un juego enunciatorio, que pertenece
al régimen discursivo y que no representa una realidad, puesto que
no existen hechos, solo interpretaciones.
- La política, como tal, no existe. Lo que existe y se
entiende por política es una creación social-histórica rara y
frágil. No obstante, lo que si existe en toda sociedad, es lo
político, noción referida al poder y a las instancias que emiten
ordenes sancionables.
- El activismo entendido como actividad o acción
sostenida con intención de efectuar un cambio social o político,
dentro de las prácticas artísticas es una creación que intenta
promover la critica social.
La debilidad fundamental de estas formulaciones se
encuentra, evidentemente, en que carecen de contenido a menos que se
consiga precisar la relación entre el cine documental y lo
político, más allá del género o categoría de “documental
político” al que se suelen asociarse estas dos nociones y
encausarlas como una forma de activismo. El problema de esta
asociación obedece en gran medida a la relación casi indeleble del
cine documental a la ficción, basando su definición en un cine de
“no ficción” y en una idea de realidad, que supone una mirada
objetiva. Para lograr una definición de documental es casi
inevitable recurrir a una comparación con la ficción.
Según
Guy Gautier, el debate entre documental-ficción tiene de una
desigualdad de status social, porque el documental es sin duda un
ente marginal “el
gran público lo desprecia, la televisión lo sacrifica al reportaje
y los autores siguen convencidos, con muy pocas excepciones, de que
no es más que la antecámara de la ficción”.
En la definición de documental de Gautier, se descartan los
consabidos y tradicionales argumentos debido a la debilidad y
ambigüedad de conceptos tan abstractos como “realidad”,
“objetividad”, “verdad”. Bill Nichols asegura que “los
documentales nos dirigen hacia el mundo histórico real, pero también
siguen siendo textos. Por tanto comparte todas las implicaciones con
comitantes del status construido formal e ideológicamente modulado
de la ficción”.
Es difícil precisar una definición de documental, porque se cruza
con los límites de la ficción, dando lugar a confusiones. Los dos
autores mencionados presentan capítulos con títulos tan disientes
como: “Un objeto
fílmico mal identificado”
. y “El
documental: una ficción (en nada) semejante a cualquier otra”
.
En
ese sentido, se explica porque el documental, en busca de un terreno
propio y alejado de la ficción, se ha asociado a todo tipo de
categorías al tomar como punto de referencia las ciencias sociales,
surgiendo así clasificaciones tales como: el documental etnográfico,
el sociológico y el político. El documental político en ocasiones
se ha asociado a aquel que habla de un gobierno particular, como la
ficción de la representatividad de Leni Riefenstahl y sus
documentales de propaganda. Sin embargo, dentro del documental
contemporáneo se pueden encontrar subcategorías, en relación a lo
político entendidos como una forma de activismo, suelen encontrarse
temas vinculados con la antiglobalización, los derechos humanos, el
anarquismo, la represión, el trabajo, la mujer, las drogas y la
guerra. Otros suelen asociar lo político a términos y a sufijos
como “a” , “anti” o “ismo”: antimilitarismo,
antiautoritarismo, anarquismo, ateísmo, feminismo, etc.
Estas clasificaciones y temáticas abordadas no agotan en su
totalidad los modos de narración para interrogar el mundo social. En
consecuencia, las posibilidades del documental y lo político son
inmensas, si se tiene en cuenta que lo político esta en todas
partes.
II. Lo político como representación subjetiva
El término político tiene dos raíces comunes: polemós
(conflicto) y polis (convivir). La asociación de estos dos términos,
sin duda representa el ser de la sociedad. No hay ser humano
extra-social, no existe ni como realidad, ni como ficción coherente.
La verdadera dicotomía no es la de individuo-sociedad (el individuo
es sociedad, es una prolongación del mundo social). El ser-sociedad
de la sociedad son las instituciones y las significaciones
imaginarias sociales que estas instituciones encarnan y hacen
socialmente efectivas. Este antagonismo requiere del juego y la
construcción de identidades colectivas en torno a posiciones
diferenciadas para que los ciudadanos escojan, más allá de las
viejas categorías de izquierda/derecha, que sirvieron alguna vez
para ordenar el espacio político.
La realización de cualquier documental, en todas sus
faces de realización, esta en constante juego con la subjetividad
del realizador y las significaciones sociales que este da a lo
observado: desde la selección de un tema a grabar del mundo social,
pasando el tratamiento que se le da a las “realidades” que se
encuentran en ese mundo social, hasta terminar con las
significaciones que se elaboran en la sala de montaje.
Cornelius
Castoriadis quien entrelazó filosofía, política, psicoanálisis y
lógica agregándole una mirada sobre la sociedad, la historia y la
constitución subjetiva sostenía que toda realidad es social por
definición. “La
subjetividad es producto de la incorporación de significaciones
imaginarias sociales de la sociedad a la que pertenece. Estas son
creadas por el colectivo anónimo de los sujetos, a partir de su
imaginario social instituyente.”.
Las significaciones imaginarias sociales definen las
representaciones, deseos y actos de los sujetos. Así, por ejemplo,
las ideas de libertad, de democracia, etc, son una creación del
colectivo y no tienen ningún sentido en sí mismas, ni son
cuestiones inefables como nada lo es.
Jhon Grierson, considerado el primer gran teórico del
documental, planteaba que el documental es una interpretación
creativa de la realidad. No obstante, las interpretaciones y
representaciones de la realidad son radicalmente heterogéneas y
extrañas, creativas y no-creativas. Sin embargo, en uso de su
autonomía individual, el realizador pretende mostrar su
interpretación a los espectadores, para que estos a su vez hagan
uso de su autonomía colectiva y asuman una posición o no, frente a
lo que se les muestra. El uso de esa autonomía promueve ya un tipo
de activismo en el espectador.
Hay que enfatizar en que los acontecimientos mostrados
en un documental, son vistos por el espectador, luego de pasar por
un trabajo determinado montaje. El montaje no es más que la
selección objetiva de lo grabado y conlleva un proceso de escoger y
ordenar el material, es aquí donde se reconstruyen los lineamientos
“políticos” del documental.
El poder de un documental consiste en que da al
espectador la sensación de que está siendo testigo de los
acontecimientos, sin embargo esta sensación es ilusoria. El
realizador manipula la experiencia contando una historia bajo una
estructura determinada. En ese sentido, todo documental es político
y representa las dos raíces de la política por un lado, el polemós
(conflicto) tensión existente entre la idea de drama, la necesidad
del documentalista de adoptar una determinada forma y la idea de
documento de realidad; y por otro lado, la de polis (convivir)
entendida como la condición y circunstancia de vivir con “otros”,
siendo a su vez parte de lo registrado. El argumento principal es que
todo documental constituye un acto de interpretación y esa
interpretación subjetiva puesta en imágenes constituye un acto
político.
III. Lo documental como interpretación de la
realidad y promoción al activismo
En
su libro La representación de la realidad Bill Nichols, plantea que
“la representación
del mundo histórico se convierte en sí misma, en el tema de
meditación cinematográfica de la modalidad reflexiva”.
Es decir, esta modalidad busca hacer que las propias convenciones de
la representación sean más evidentes, poniendo a prueba la idea de
“realidad” que las otras modalidades representan. Ésta modalidad
reflexiva utiliza recursos para que la atención del espectador
recaiga tanto sobre el recurso, como sobre el efecto. Cabe
preguntarse cuál es la realidad ¿la que cada uno construye? ¿la
que construyen los medios?, ¿la que se construye a través de
reflexiones del pensamiento? Lo que existen son interpretaciones de
esa realidad, tantas como individuos existen.
El cine documental es un texto que representa una de
esas interpretaciones, que sirve a su vez como ejercicio de
argumentación y que trabaja con la materia esencial de nuestro mundo
social: los seres humanos. Pero más allá, de emplear el documental
como una ventana al mundo, hay que verlo como una forma de
cuestionamiento y argumentación acerca del mundo. En ese sentido, la
propuesta es plantear un cine documental que encierre todas las
posibilidades de escritura, como forma de escritura compleja, que
pueda articular un discurso coherente. Un documental que se niegue a
hablar sobre las realidades y que intente más bien deconstruir
conceptos y significaciones que están ancladas en los imaginarios
instituidos de los sujetos. Conceptos y significaciones construidos
generalmente, por los medios de comunicación masivos.
El principal texto audiovisual que existe en este
momento son las noticias periodísticas, sesgadas y que en el mejor
de los casos representan unos intereses específicos, reduciendo así
la posibilidad de pensarnos. Lo político no es lo que se plantea en
los mass media, lo político del documental estaría en las preguntas
y reflexiones que se suscitan al evidenciar la manera como estas
formas de representación se instituyen como imaginarios.
Sin
embargo, Nichols va más allá y afirma que: “como
concepto político la reflexivilidad se basa en la materialidad de la
representación que dirige o devuelve al espectador, hacia esas
practicas materiales que constituye el Estado”.
Lo político está dado, no sólo como el cuestionamiento de la
realidad, si no como un cuestionamiento a la representación de esa
realidad, como una forma de cuestionar la manera como se representa
en imágenes.
En efecto, en el documental contémporaneo se comprueba
una conmoción en la representación y una ruptura en la linealidad
de la narración, así como la ausencia de un hilo narrativo. Se
podría establecer entonces, con carácter de provisoriedad, una
cierta relación: a mayor hegemonía en lo político-ideológico en
las sociedades, mayor es el esfuerzo que las artes en general y el
cine en particular deben realizar por desprenderse de semejante
pregnancia y poder plantear algo nuevo, alternativo y activo. Los
procesos de lectura de imágenes, para que sean realmente reflexivos,
deben develar su forma y estilo, evidenciando las estrategias,
estructuras y mecanismos audiovisuales empleados para construir el
relato.
El documental es una manera de guardar un momento, de
describir y criticar la manera en que se piensan los temas sociales,
culturales y sobre todo los políticos. El documental como practica
artística permite, en cierta medida, que los grupos sociales puedan
instalar su propio universo de referentes estéticos y producir un
orden simbólico en el cual se elabora un sistema orientado más
hacia la vivencia particular de las personas. El documental registra
y cuenta a semejanza de un álbum de familia su devenir, como una
manera de develar las necesidades de un grupo social; y, de esta
manera se convierte en una forma creativa y eficaz de movilización y
protesta. De ahí que todo documental político es en cierta forma
axiológico. Lo esencialmente político del documental será aquello
que mueva las certezas y significaciones construidas a lo largo de la
historia. Una refutación a las representaciones instituidas y una
herramienta social plenamente activa.
Ana Teresa Arciniegas
Bibliografía
Castoriadis,
Cornelius. El ascenso de la insignificancia,
Cátedra, Madrid,
1998.
Foucault,
Michel, La voluntad del saber, en
Historia de la sexualidad 1. Siglo XXI de España editores, 2000.
Gautier,
Guy,Veinte lecciones sobre la imágen y el
sentido, Cátedra. Madrid, 1986.
Nichols,
Bill, La representación de la realidad, ED
Paidos, Barcelona, 1997.
Pilnik,
Olga. Nuevas aportaciones teóricas para una
definición del Cine Político, Desvelando
imágenes, Eudeba, Buenos Aires, 1998.