martes, 13 de marzo de 2012






 
I. Algunas precisiones

Sobre las nociones de documental, política y activismo empleadas en este texto. Al rededor de tres tesis bastante plausibles:
- El Cine documental es un género cinematográfico que no es ajeno al cine de ficción y que no presenta o representa la realidad. El cine documental es un juego enunciatorio, que pertenece al régimen discursivo y que no representa una realidad, puesto que no existen hechos, solo interpretaciones.

- La política, como tal, no existe. Lo que existe y se entiende por política es una creación social-histórica rara y frágil. No obstante, lo que si existe en toda sociedad, es lo político, noción referida al poder y a las instancias que emiten ordenes sancionables.

- El activismo entendido como actividad o acción sostenida con intención de efectuar un cambio social o político, dentro de las prácticas artísticas es una creación que intenta promover la critica social.

La debilidad fundamental de estas formulaciones se encuentra, evidentemente, en que carecen de contenido a menos que se consiga precisar la relación entre el cine documental y lo político, más allá del género o categoría de “documental político” al que se suelen asociarse estas dos nociones y encausarlas como una forma de activismo. El problema de esta asociación obedece en gran medida a la relación casi indeleble del cine documental a la ficción, basando su definición en un cine de “no ficción” y en una idea de realidad, que supone una mirada objetiva. Para lograr una definición de documental es casi inevitable recurrir a una comparación con la ficción.

Según Guy Gautier, el debate entre documental-ficción tiene de una desigualdad de status social, porque el documental es sin duda un ente marginal “el gran público lo desprecia, la televisión lo sacrifica al reportaje y los autores siguen convencidos, con muy pocas excepciones, de que no es más que la antecámara de la ficción”. En la definición de documental de Gautier, se descartan los consabidos y tradicionales argumentos debido a la debilidad y ambigüedad de conceptos tan abstractos como “realidad”, “objetividad”, “verdad”. Bill Nichols asegura que “los documentales nos dirigen hacia el mundo histórico real, pero también siguen siendo textos. Por tanto comparte todas las implicaciones con comitantes del status construido formal e ideológicamente modulado de la ficción”. Es difícil precisar una definición de documental, porque se cruza con los límites de la ficción, dando lugar a confusiones. Los dos autores mencionados presentan capítulos con títulos tan disientes como: “Un objeto fílmico mal identificado” . y “El documental: una ficción (en nada) semejante a cualquier otra” .

En ese sentido, se explica porque el documental, en busca de un terreno propio y alejado de la ficción, se ha asociado a todo tipo de categorías al tomar como punto de referencia las ciencias sociales, surgiendo así clasificaciones tales como: el documental etnográfico, el sociológico y el político. El documental político en ocasiones se ha asociado a aquel que habla de un gobierno particular, como la ficción de la representatividad de Leni Riefenstahl y sus documentales de propaganda. Sin embargo, dentro del documental contemporáneo se pueden encontrar subcategorías, en relación a lo político entendidos como una forma de activismo, suelen encontrarse temas vinculados con la antiglobalización, los derechos humanos, el anarquismo, la represión, el trabajo, la mujer, las drogas y la guerra. Otros suelen asociar lo político a términos y a sufijos como “a” , “anti” o “ismo”: antimilitarismo, antiautoritarismo, anarquismo, ateísmo, feminismo, etc. Estas clasificaciones y temáticas abordadas no agotan en su totalidad los modos de narración para interrogar el mundo social. En consecuencia, las posibilidades del documental y lo político son inmensas, si se tiene en cuenta que lo político esta en todas partes.

  II. Lo político como representación subjetiva

El término político tiene dos raíces comunes: polemós (conflicto) y polis (convivir). La asociación de estos dos términos, sin duda representa el ser de la sociedad. No hay ser humano extra-social, no existe ni como realidad, ni como ficción coherente. La verdadera dicotomía no es la de individuo-sociedad (el individuo es sociedad, es una prolongación del mundo social). El ser-sociedad de la sociedad son las instituciones y las significaciones imaginarias sociales que estas instituciones encarnan y hacen socialmente efectivas. Este antagonismo requiere del juego y la construcción de identidades colectivas en torno a posiciones diferenciadas para que los ciudadanos escojan, más allá de las viejas categorías de izquierda/derecha, que sirvieron alguna vez para ordenar el espacio político.
La realización de cualquier documental, en todas sus faces de realización, esta en constante juego con la subjetividad del realizador y las significaciones sociales que este da a lo observado: desde la selección de un tema a grabar del mundo social, pasando el tratamiento que se le da a las “realidades” que se encuentran en ese mundo social, hasta terminar con las significaciones que se elaboran en la sala de montaje.

Cornelius Castoriadis quien entrelazó filosofía, política, psicoanálisis y lógica agregándole una mirada sobre la sociedad, la historia y la constitución subjetiva sostenía que toda realidad es social por definición. “La subjetividad es producto de la incorporación de significaciones imaginarias sociales de la sociedad a la que pertenece. Estas son creadas por el colectivo anónimo de los sujetos, a partir de su imaginario social instituyente.”. Las significaciones imaginarias sociales definen las representaciones, deseos y actos de los sujetos. Así, por ejemplo, las ideas de libertad, de democracia, etc, son una creación del colectivo y no tienen ningún sentido en sí mismas, ni son cuestiones inefables como nada lo es.

Jhon Grierson, considerado el primer gran teórico del documental, planteaba que el documental es una interpretación creativa de la realidad. No obstante, las interpretaciones y representaciones de la realidad son radicalmente heterogéneas y extrañas, creativas y no-creativas. Sin embargo, en uso de su autonomía individual, el realizador pretende mostrar su interpretación a los espectadores, para que estos a su vez hagan uso de su autonomía colectiva y asuman una posición o no, frente a lo que se les muestra. El uso de esa autonomía promueve ya un tipo de activismo en el espectador.

Hay que enfatizar en que los acontecimientos mostrados en un documental, son vistos por el espectador, luego de pasar por un trabajo determinado montaje. El montaje no es más que la selección objetiva de lo grabado y conlleva un proceso de escoger y ordenar el material, es aquí donde se reconstruyen los lineamientos “políticos” del documental.

El poder de un documental consiste en que da al espectador la sensación de que está siendo testigo de los acontecimientos, sin embargo esta sensación es ilusoria. El realizador manipula la experiencia contando una historia bajo una estructura determinada. En ese sentido, todo documental es político y representa las dos raíces de la política por un lado, el polemós (conflicto) tensión existente entre la idea de drama, la necesidad del documentalista de adoptar una determinada forma y la idea de documento de realidad; y por otro lado, la de polis (convivir) entendida como la condición y circunstancia de vivir con “otros”, siendo a su vez parte de lo registrado. El argumento principal es que todo documental constituye un acto de interpretación y esa interpretación subjetiva puesta en imágenes constituye un acto político.


III. Lo documental como interpretación de la realidad y promoción al activismo

En su libro La representación de la realidad Bill Nichols, plantea que “la representación del mundo histórico se convierte en sí misma, en el tema de meditación cinematográfica de la modalidad reflexiva”. Es decir, esta modalidad busca hacer que las propias convenciones de la representación sean más evidentes, poniendo a prueba la idea de “realidad” que las otras modalidades representan. Ésta modalidad reflexiva utiliza recursos para que la atención del espectador recaiga tanto sobre el recurso, como sobre el efecto. Cabe preguntarse cuál es la realidad ¿la que cada uno construye? ¿la que construyen los medios?, ¿la que se construye a través de reflexiones del pensamiento? Lo que existen son interpretaciones de esa realidad, tantas como individuos existen.

El cine documental es un texto que representa una de esas interpretaciones, que sirve a su vez como ejercicio de argumentación y que trabaja con la materia esencial de nuestro mundo social: los seres humanos. Pero más allá, de emplear el documental como una ventana al mundo, hay que verlo como una forma de cuestionamiento y argumentación acerca del mundo. En ese sentido, la propuesta es plantear un cine documental que encierre todas las posibilidades de escritura, como forma de escritura compleja, que pueda articular un discurso coherente. Un documental que se niegue a hablar sobre las realidades y que intente más bien deconstruir conceptos y significaciones que están ancladas en los imaginarios instituidos de los sujetos. Conceptos y significaciones construidos generalmente, por los medios de comunicación masivos.

El principal texto audiovisual que existe en este momento son las noticias periodísticas, sesgadas y que en el mejor de los casos representan unos intereses específicos, reduciendo así la posibilidad de pensarnos. Lo político no es lo que se plantea en los mass media, lo político del documental estaría en las preguntas y reflexiones que se suscitan al evidenciar la manera como estas formas de representación se instituyen como imaginarios.

Sin embargo, Nichols va más allá y afirma que: “como concepto político la reflexivilidad se basa en la materialidad de la representación que dirige o devuelve al espectador, hacia esas practicas materiales que constituye el Estado”. Lo político está dado, no sólo como el cuestionamiento de la realidad, si no como un cuestionamiento a la representación de esa realidad, como una forma de cuestionar la manera como se representa en imágenes.

En efecto, en el documental contémporaneo se comprueba una conmoción en la representación y una ruptura en la linealidad de la narración, así como la ausencia de un hilo narrativo. Se podría establecer entonces, con carácter de provisoriedad, una cierta relación: a mayor hegemonía en lo político-ideológico en las sociedades, mayor es el esfuerzo que las artes en general y el cine en particular deben realizar por desprenderse de semejante pregnancia y poder plantear algo nuevo, alternativo y activo. Los procesos de lectura de imágenes, para que sean realmente reflexivos, deben develar su forma y estilo, evidenciando las estrategias, estructuras y mecanismos audiovisuales empleados para construir el relato.

El documental es una manera de guardar un momento, de describir y criticar la manera en que se piensan los temas sociales, culturales y sobre todo los políticos. El documental como practica artística permite, en cierta medida, que los grupos sociales puedan instalar su propio universo de referentes estéticos y producir un orden simbólico en el cual se elabora un sistema orientado más hacia la vivencia particular de las personas. El documental registra y cuenta a semejanza de un álbum de familia su devenir, como una manera de develar las necesidades de un grupo social; y, de esta manera se convierte en una forma creativa y eficaz de movilización y protesta. De ahí que todo documental político es en cierta forma axiológico. Lo esencialmente político del documental será aquello que mueva las certezas y significaciones construidas a lo largo de la historia. Una refutación a las representaciones instituidas y una herramienta social plenamente activa.
 
Ana Teresa Arciniegas

Bibliografía
Castoriadis, Cornelius. El ascenso de la insignificancia, Cátedra, Madrid, 1998.
Foucault, Michel, La voluntad del saber, en Historia de la sexualidad 1. Siglo XXI de España editores, 2000.
Gautier, Guy,Veinte lecciones sobre la imágen y el sentido, Cátedra. Madrid, 1986.
Nichols, Bill, La representación de la realidad, ED Paidos, Barcelona, 1997.
Pilnik, Olga. Nuevas aportaciones teóricas para una definición del Cine Político, Desvelando imágenes, Eudeba, Buenos Aires, 1998.

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